Romanos y visigodos, juntos pero no revueltos

Cuando en 1868 Bartolomé Ballesteros, vecino de Aguilafuente, hundió el arado sobre un montículo del paraje de Santa Lucía, no esperaba dar con el tesoro que aquellas tierras le descubrieron. Si acaso aquella piedra contra la que chocaba una y otra vez podrían ser los cimientos de la ermita de Santa Lucía que en el…